Poco tienen que ver los informativos de televisión que se hacen ahora con los que se realizaban veinte o treinta años atrás. Sus contenidos sufren, cada vez con más fuerza, el auge del infoentretenimiento. Son el resultado de una mezcla de información, entretenimiento y espectáculo. Del afán de las cadenas por captar la atención del espectador y ganar la batalla de las audiencias, y de las múltiples implicaciones narrativas, empresariales, profesionales y democráticas de este fenómeno, habla el libro Periodismo en televisión. Nuevos horizontes, nuevas tendencias. Sus editores Javier Marzal y Andreu Casero han tratado de hacer un estudio «en profundidad» del infoentretenimiento a partir de los análisis de 17 expertos, entre ellos, dos autores internacionales de «primer nivel» como los profesores Daya Kishan Thussu y Carlo Sorrentino.
Los editores del libro publicado por Editorial Comunicación Social. |
-¿Esa mezcla de información y entretenimiento del que hablan en el libro puede deberse a una demanda de la sociedad? Quizá al público los contenidos de los informativos de hace 20 años le podían resultar hasta un poco plúmbeos...
-¿El infoentretenimiento responde a la demanda de una audiencia o, por el contrario, vendría desde las propias televisiones y el mundo profesional? Sería un poco simplificador atribuir el auge del infoentretenimiento únicamente a la audiencia como responsable último. En la televisión, un medio en el que prima el discurso publicitario, pesan los datos de audiencia. Pero también el público se acostumbra a la oferta que tiene, y a veces la demanda de productos audiovisuales viene dada por los hábitos que el público va adquiriendo como consecuencia del tipo de oferta a la que tiene acceso. Si la oferta televisiva se limita básicamente a adoptar el modelo del infoentretenimiento, ¿qué va a consumir el público si no tiene alternativa? Pero también vemos que, cuando al público se le ofrecen productos de otra calidad y hay posibilidades de elegir, responde. Con el cambio del estatuto de la Corporación RTVE, hemos visto cómo la información en este grupo ha sufrido cambios notables e importantes, y cómo es posible hacer otro tipo de televisión que tiene una audiencia bastante importante.-¿Hay alguna cadena de televisión que se escape de esa creciente mezcla de información y entretenimiento en la televisión?
-La intensidad del infoentretenimiento no es la misma en todas las televisiones. Hay algunas cadenas que, por un planteamiento más mercantil, agudizan las tendencias del infoentretenimiento, hasta el punto de que la información pierde algunos de sus componentes clásicos y fundamentales y se torna en un mero divertimento. Hay televisiones que han agudizado, incluso radicalizado, el infoentretenimiento por motivos comerciales. Las televisiones públicas, al no estar vinculadas a una lógica de mercado, deberían escapar más fácilmente al infoentretenimiento. TVE tiene un menor nivel de intensidad de infoentretenimiento que otras cadenas españolas. Pero no debemos olvidarnos de que el infoentretenimento se ha convertido en una ideología global que traspasa todos los programas informativos. No podemos hablar de si hay o no hay infoentretenimiento, sino en qué dosis, porque en todas las cadenas hay infoentretenimiento, también en los informativos de TVE, y no hay que esmerarse demasiado para encontrarlas. El infoentretenimiento ha atravesado y se ha situado como un componente del que, consciente o inconscientemente, no se puede prescindir para hacer televisión, ha transformado la naturaleza de la información que ofrece. Es difícil encontrar ejemplos de información en los que no hay alguna dosis de infoentretenimiento, que, como lluvia fina, va penetrando la información en televisión.
-¿Y puede ser que, en pequeñas dosis, no sea tan malo el infoentretenimiento?
-Hay posturas para todos los gustos. Las hay que consideran que el infoentretenimiento en una dosis pequeña puede incluso ser un elemento interesante porque puede atraer a un mayor número de espectadores a la información, generar que personas poco interesadas en ámbitos informativos duros, como la política o la economía, consuman más información. De esta forma se integraría con mayor capacidad a los ciudadanos en las dinámicas de la esfera pública y en los debates públicos. También hay la postura contraria, de autores e investigadores que defienden que el infoentretenimiento lo que provoca es una degradación clara y contundente del periodismo, y que lo que hace es, en definitiva, trivializar la realidad, apostar por temas de poco impacto en el interés público, que son curiosidades, sucesos, deportes... y ocultar los problemas verdaderamente importantes de la sociedad. Desde ese punto de vista provoca efectos claramente negativos en lo que se refiere a la función democrática que ejerce el periodismo. Nosotros creemos que en el punto medio está la cuestión: no todo el infoentretenimiento provoca efectos claramente negativos en términos democráticos y no todo el infoentretenimiento provoca efectos positivos en la vinculación del ciudadano con la información. Una mezcla de las posiciones nos puede ayudar a entender el fenómeno, que tiene consecuencias sociales profundas, no sólo desde el punto de vista informativo.
«En todas las cadenas de televisión hay infoentretenimiento, también en las públicas, pero en diferentes dosis» |
-El libro habla de la americanización de los informativos, de un fenómeno que partió en Estados Unidos, ¿hay algún país que haya encontrado ese equilibrio que comentaban antes y que constituya un ejemplo de buenas prácticas?
-Nos cuesta dar una respuesta adecuada porque no hemos buscado una visión internacional. Preferíamos un análisis a fondo de los elementos del fenómeno más que un análisis en los diferentes países. Por otro lado, no hemos planteado el análisis en términos de la calidad, del infoentretenimiento cómo algo que pervierte la calidad del periodismo, sino como un tema abierto que genera profundas transformaciones y que, desde ese punto de vista, es interesante estudiar en sus múltiples facetas. Por eso no podemos marcar ninguna cadena ni ningún país que haga un buen infoentretenimiento, que desarrolle unas buenas prácticas. Como se ve muy bien en el capítulo que hacen Javier Marzal y María Soler, los propios profesionales se ven impotentes ante este fenómeno y tienen que adoptar lógicas empresariales y lógicas que no están en sus manos. Se ve claramente que el infoentretenimiento es una cuestión contra la que es difícil luchar, aunque los propios profesionales no estén muy de acuerdo con la introducción de estos parámetros. El infoentretenimiento no tiene por qué ser un fenómeno negativo, y nosotros no lo hemos abordado como tal. No todo lo vinculado al infoentretenimiento es negativo, pero sí puede tener consecuencias negativas.
-Uno de los capítulos que más llama la atención es el dedicado a los programas tipo La Noria, de Telecinco, programas que revestidos de carácter informativo, son puro espectáculo. ¿Debería haber un control, unos límites legales, incluso prohibir este tipo de programas enmarcados dentro del género del Reality Show?
-Es un género muy hispánico en los últimos tiempos. En el texto hay un análisis muy concienzudo, que pone negro sobre blanco hasta qué punto nos puede llevar la deriva de construir un espectáculo a partir de acontecimientos y de sucesos. En casos como éste, como el de La Noria, lo que echamos de menos es la aplicación de la legislación vigente. También echamos en falta en nuestro país algún tipo de entidad, como los consejos audiovisuales, que tienen como principal objeto velar para que las televisiones no crucen determinadas fronteras y límites bastante cuestionables, por una cuestión de una cierta higiene social. No podemos olvidar nunca que, ya sean operadores públicos o privados, están haciendo uso de un espacio público y ese espacio público es propiedad del Estado, que se lo asigna temporalmente para que puedan hacer su trabajo. No se trata de ejercer ningún tipo de censura, sino de exigir una normalidad en el desarrollo de las cosas. La ciudadanía está a tiro, está expuesta a determinados contenidos audiovisuales que pueden ser nocivos para determinados grupos de población. Dicho control brilla por su ausencia. Sabemos que en algunas comunidades autónomas existen estos consejos audiovisuales, pero también sabemos que su margen de acción está muy limitado. Es algo que existe en los países occidentales más desarrollados, pero que aquí no ha llegado todavía.
-¿No se producen en otros países este tipo de programas de la órbita del Reality?
-Hay programas de corte similar en otras geografías, pero aquí tiene unas características muy particulares que entroncan muy bien con ciertos programas de entretenimiento que incluyen unos niveles de truculencia muy notables. Yo no sé si en otros países se han cruzado unos límites que aquí se han cruzado, porque no hemos abordado el contexto internacional en este libro. Quizá sería muy interesante estudiarlo, pero el libro tenía unas limitaciones de espacio.
-Hablan de fenómenos como la concentración de medios o la inserción de publicidad que favorecen la competencia entre medios de comunicación y conllevan una agudización del infoentretenimiento. Y ahora, encima, llega otro competidor que puede fomentarlo todavía más: la expansión de internet.
-Internet introduce factores que son nuevos y que, a la vez, refuerzan algunas tendencias ya presentes en el medio televisivo. Internet aumenta la cantidad de información a disposición del público, hay una sobreabundancia de información. Esa sobreabundancia de información está llevando a agudizar el infoentretenimiento, para así conseguir destacar entre ese volumen tan alto de información y entre ese volumen tan alto de competencia. Los medios van a buscar entretener, sorprender e incluso desconcertar al espectador, para captarlo y para que consuma lo suyo y no vaya a otras plataformas que también ofrecen información.
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